Don Tomás es Aysenino, pocos lo saben, estudió en el internado de los curas Salesianos de Pto Aysén aunque, según me confidenció en algunos asados, se habría arrancado varias veces .
Don Tomás en un “self made man”, suena un poco siútico pero es así, “es un hombre hecho a si mismo”, es una lástima que no exista un concepto similar en castellano, porque refleja muy bien a quienes han luchado por formarse así mismos en la vida.
Durante su juventud fue enrolado o cayó enrolado como explorador de Aysén en el equipo de Augusto Grosse. Según él me contó, en una reunión del ministerio de agricultura en Coyhaique, habría levantado la mano sin querer y quedó incluido en el equipo de exploradores, los años 40-50 cuando Aysén era desconocido y Estado implementaba la política de la “caja de fósforo”, para incorporar este territorio al “desarrollo nacional”.
Esa experiencia de explorador marcó profundamente su espíritu de aventura y su vocación años mas tarde , en los sesenta, formaría el mayor vivero forestal de Chile , el Verdín de Coyhaique, donde saldrían las plantas para detener los catastróficos procesos de erosión desencadenados por las políticas del Estado.
A fines de los sesenta y principios de los setenta su obra como viverista y silvicultor fue reconocida y lo enviaron en un viaje de perfeccionamiento a Alemania, donde conoció y trabajo con importantes silvicultores prácticos.Recogió muchas ideas en Alemania pero siempre aterrizado a la realidad chilena nos comentaba que la “silvicultura de jardin” de Alemania no nos servía a nosotros.
Tomás Monfil fue el responsable principal del mayor esfuerzo de reforestación de Aysén, donde se plantaron cerca de 10 mil ha para proteger los suelos y cursos de agua, lo que se hizo con diversas especies, principalmente pinus silvestre, contorta y oregon y muchas otras especies en menor escala. En Aysén no ha vuelto a haber un esfuerzo similar, de la misma magnitud a pesar de la catastrófica habilitación de suelos e incendios que consumieron cerca de 3 millones de ha.
A mediados de los años 70, cuando don Tomás era Director Regional de CONAF en Aysén, le propusieran hacerse cargo del principal proyecto forestal del Estado, el Complejo Forestal y Maderero Panguipulli. Allí desarrollo una fructífera labor de manejo de renovales de roble, raulí y tepa y un sistema de manejo de selección de los bosques floreados de raulí, basado en un aprovechamiento económico, la creación de viveros naturales, el enriquecimiento de los bosques mediante plantación y el manejo de la regeneración natural. En el ex Complejo desarrolló el Método del “árbol futuro” para el raleo de renovales. En total se llegaron a manejar cerca de 10 mil ha y se plantaron alrededor de 2 mil ha con roble, raulí y coihue.
A pesar de la dura represión militar a que fue sometida la población de Neltume en esos años, don Tomás Mantuvo una posición de defensa hacia los trabajadores y sus familias, que pueden atestiguar los viejos y sufridos trabajadores de la zona y el respeto que por él siempre sintieron los pobladores de Neltume, de lo cual muchos fuimos testigos.
Cuando yo llegué a Valdivia el año 92, comenzamos, junto a Pablo Donoso y Alvaro Contreras, a recorrer los bosques manejados de Panguipulli y en muchas oportunidades nos acompañó a pesar que a los forestales de la Universidad de Chile, como es mi caso, nos decía que éramos “forestales de pavimento”. Don Tomás se caracterizó por colaborar con todos aquellos que le pedían su opinión de silvicultor práctico y muchas generaciones de estudiantes de la U. Austral recurrían a él para obtener datos de silvicultura práctica, costos de manejo, etc.
Después de salir del Complejo Tomás Monfil se internó en Chiloé, desarrollando un proyecto largamente acariciado de industrialización de renovales de canelo y creó la empresa Chiloé HardWood, pero no conforme con esto se dedicó a recorrer la Isla de punta a punta, generando numerosos proyectos y actividades de extensión con campesinos, ONGs, movilizó a buena parte de la Isla, incluido al obispo Juan Luis Isern, de quien se transformó en asesor forestal. Es el único obispo en Chile que ha tenido un asesor forestal.
Por esos años también don Tomás recibió un reconocimiento especial de CONAF de manos del ministro de Agricultura de la época Emiliano Ortega, solo dos personas han recibido este reconocimiento del Estado, el profesor Claudio Donoso y él.
En su espíritu inquieto Tomás Monfil se interesó por el trabajo con las comunidades Huilliches de San Juan de la Costa donde volvió a implementar otra de sus ideas, esta vez principalmente con mujeres, creando la asociación de mujeres “Follajes San Juan”, que recolectaban y producían follajes ornamentales con especies nativas, idea que hasta el día de hoy opera generando ingresos para mujeres campesinas.
Cabe destacar que don Tomás siempre valoró el rol de las mujeres en las actividades forestales, sus viveros eran de pura mano de obra femenina, contrataba mujeres en tareas de extensión forestal, en las oficinas y también ponía mujeres en lugares propios de los hombres como las canchas de recepción de trozas en los aserraderos. Las razones eran buenas, nos decía que las mujeres eran mas serias y no se corrompían como los hombres… el problema es que funcionaban bien hasta que se enamoraban…..igual que los hombres.
Lamentablemente la falta de políticas de estado para impulsar el manejo de los bosques nativos y la poca comprensión de las instituciones del agro hacia las actividades forestales, lo hicieron retirarse después de un esfuerzo de 4 o 5 años en San Juan de la Costa, una de las zonas mas difíciles y pobres del sur del país.Hoy Tomás Monfil es un “forestal de pavimento”, con una vida Santiaguina, dedicado a su familia.
Por su espíritu innovador, su capacidad de resolver problemas prácticos, por su generosidad para compartir sus conocimiento y por su calidad humana hoy, el Colegio de Ing. Forestales de Valdivia y la facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Austral, quiere entregarle un premio a nombre de todos los forestales del sur del país, que hará entrega el Presidente del Colegio de Valdivia el Ing. Forestal Rodrigo Mujica.
Luis Otero
Don Tomás en un “self made man”, suena un poco siútico pero es así, “es un hombre hecho a si mismo”, es una lástima que no exista un concepto similar en castellano, porque refleja muy bien a quienes han luchado por formarse así mismos en la vida.
Durante su juventud fue enrolado o cayó enrolado como explorador de Aysén en el equipo de Augusto Grosse. Según él me contó, en una reunión del ministerio de agricultura en Coyhaique, habría levantado la mano sin querer y quedó incluido en el equipo de exploradores, los años 40-50 cuando Aysén era desconocido y Estado implementaba la política de la “caja de fósforo”, para incorporar este territorio al “desarrollo nacional”.
Esa experiencia de explorador marcó profundamente su espíritu de aventura y su vocación años mas tarde , en los sesenta, formaría el mayor vivero forestal de Chile , el Verdín de Coyhaique, donde saldrían las plantas para detener los catastróficos procesos de erosión desencadenados por las políticas del Estado.
A fines de los sesenta y principios de los setenta su obra como viverista y silvicultor fue reconocida y lo enviaron en un viaje de perfeccionamiento a Alemania, donde conoció y trabajo con importantes silvicultores prácticos.Recogió muchas ideas en Alemania pero siempre aterrizado a la realidad chilena nos comentaba que la “silvicultura de jardin” de Alemania no nos servía a nosotros.
Tomás Monfil fue el responsable principal del mayor esfuerzo de reforestación de Aysén, donde se plantaron cerca de 10 mil ha para proteger los suelos y cursos de agua, lo que se hizo con diversas especies, principalmente pinus silvestre, contorta y oregon y muchas otras especies en menor escala. En Aysén no ha vuelto a haber un esfuerzo similar, de la misma magnitud a pesar de la catastrófica habilitación de suelos e incendios que consumieron cerca de 3 millones de ha.
A mediados de los años 70, cuando don Tomás era Director Regional de CONAF en Aysén, le propusieran hacerse cargo del principal proyecto forestal del Estado, el Complejo Forestal y Maderero Panguipulli. Allí desarrollo una fructífera labor de manejo de renovales de roble, raulí y tepa y un sistema de manejo de selección de los bosques floreados de raulí, basado en un aprovechamiento económico, la creación de viveros naturales, el enriquecimiento de los bosques mediante plantación y el manejo de la regeneración natural. En el ex Complejo desarrolló el Método del “árbol futuro” para el raleo de renovales. En total se llegaron a manejar cerca de 10 mil ha y se plantaron alrededor de 2 mil ha con roble, raulí y coihue.
A pesar de la dura represión militar a que fue sometida la población de Neltume en esos años, don Tomás Mantuvo una posición de defensa hacia los trabajadores y sus familias, que pueden atestiguar los viejos y sufridos trabajadores de la zona y el respeto que por él siempre sintieron los pobladores de Neltume, de lo cual muchos fuimos testigos.
Cuando yo llegué a Valdivia el año 92, comenzamos, junto a Pablo Donoso y Alvaro Contreras, a recorrer los bosques manejados de Panguipulli y en muchas oportunidades nos acompañó a pesar que a los forestales de la Universidad de Chile, como es mi caso, nos decía que éramos “forestales de pavimento”. Don Tomás se caracterizó por colaborar con todos aquellos que le pedían su opinión de silvicultor práctico y muchas generaciones de estudiantes de la U. Austral recurrían a él para obtener datos de silvicultura práctica, costos de manejo, etc.
Después de salir del Complejo Tomás Monfil se internó en Chiloé, desarrollando un proyecto largamente acariciado de industrialización de renovales de canelo y creó la empresa Chiloé HardWood, pero no conforme con esto se dedicó a recorrer la Isla de punta a punta, generando numerosos proyectos y actividades de extensión con campesinos, ONGs, movilizó a buena parte de la Isla, incluido al obispo Juan Luis Isern, de quien se transformó en asesor forestal. Es el único obispo en Chile que ha tenido un asesor forestal.
Por esos años también don Tomás recibió un reconocimiento especial de CONAF de manos del ministro de Agricultura de la época Emiliano Ortega, solo dos personas han recibido este reconocimiento del Estado, el profesor Claudio Donoso y él.
En su espíritu inquieto Tomás Monfil se interesó por el trabajo con las comunidades Huilliches de San Juan de la Costa donde volvió a implementar otra de sus ideas, esta vez principalmente con mujeres, creando la asociación de mujeres “Follajes San Juan”, que recolectaban y producían follajes ornamentales con especies nativas, idea que hasta el día de hoy opera generando ingresos para mujeres campesinas.
Cabe destacar que don Tomás siempre valoró el rol de las mujeres en las actividades forestales, sus viveros eran de pura mano de obra femenina, contrataba mujeres en tareas de extensión forestal, en las oficinas y también ponía mujeres en lugares propios de los hombres como las canchas de recepción de trozas en los aserraderos. Las razones eran buenas, nos decía que las mujeres eran mas serias y no se corrompían como los hombres… el problema es que funcionaban bien hasta que se enamoraban…..igual que los hombres.
Lamentablemente la falta de políticas de estado para impulsar el manejo de los bosques nativos y la poca comprensión de las instituciones del agro hacia las actividades forestales, lo hicieron retirarse después de un esfuerzo de 4 o 5 años en San Juan de la Costa, una de las zonas mas difíciles y pobres del sur del país.Hoy Tomás Monfil es un “forestal de pavimento”, con una vida Santiaguina, dedicado a su familia.
Por su espíritu innovador, su capacidad de resolver problemas prácticos, por su generosidad para compartir sus conocimiento y por su calidad humana hoy, el Colegio de Ing. Forestales de Valdivia y la facultad de Ciencias Forestales de la Universidad Austral, quiere entregarle un premio a nombre de todos los forestales del sur del país, que hará entrega el Presidente del Colegio de Valdivia el Ing. Forestal Rodrigo Mujica.
Luis Otero